jueves, 25 de noviembre de 2010

Tomo especies de rosas


A la luz del arrebato de una prosodia extinta y que nunca existió, comunico el siguiente poema a todo ser humano o no, alienígena o disparatado, que exista y que tal vez conserve un poco de ternura que da el polvo de estrellas al sentir caer la tarde sobre el rostro sudoroso y el fresco que va pegando en el alma.




Ayer al colgarse mi comunicación contigo
no creas que no quise escuchar tus palabras;
mil disculpas, de veras;
es sólo que quise poner mi mochila mientras hablabas conmigo
es tal vez una tensión nerviosa
la que no se fijó en ponerla con cuidado;
tal vez te quería leer un poema prestado del
último libro que leí.

Y es que quiero compartir momentos contigo,
hazme partícipe de tu vida,
quiero aprender a jugar dominó
y no preguntarte nada.

No puedo pensar mucho, ¿qué haré?
Perdóname por tanta inoportunidad,
por presionarte.

No me conozco tal vez tanto como tú;
mis entrañas son como una larva apenas,
tú eres una mariposa de muchos colores.

Quiero vivir contigo siempre
y no te quiero cambiar; deseo
retroalimentarte, compartirme contigo.

Tú me has prestado atención, tu resonancia,
y siento que yo no sea tan contenido
ni tan serio en su profesión como tú,
que a veces se deje llevar
por la plática de otros,
y esto tú lo comprendes,
y mi inducción a que lo sepas no dará
frutos si no quieres.

A nada estás obligada conmigo,
ya sé de qué va este
Universo en el que nos juntamos en el uno.

Mi vida no es justificarte,
es entenderte.

Estoy enamorado de ti
y pienso contar por la ciudad
lo bello que es esta luna llena
que te observa en tu grácil perfil.

Esas nubes conversan con tus sueños;
nuestro amor duerme abrazado al mismo lugar.
Te entrego la rosa viajera, remolino,
la estrella que te vio nacer.

Tú descansa, corazón,
que la bruma está en ti
para despistar a todos
porque no comprenden tu voz.
Ni siquiera yo,
pero lo intento.

Y tengo algunas pistas para unir,
como, por ejemplo, piedra es camino
al igual que el barro.
Fuerza es recuerdo brillante, estacional.
El atardecer también es camino,
pero ése no es seguro que llegue a su destino.

La imagen es el libro que cuenta,
con pocos detalles y más esencias.
Un kilómetro y las dos patas del perico,
es el absurdo; la religión
son siglos y siglos de extorsión
y sustitución.

Un animal es el oscuro placer
en vías de extinción.
Y las demás se me escurren,
pues soy el sonámbulo
del camino de hojas amarillas
y secas, creando
un poco de luz a tu alrededor.

Ahora te digo las pistas de mí:
La cabeza es un enigma incompetente
del milagro de existir.
La paz es el brillo de los ojos
de Magga,
que vive en casa prestada, tomada,
pero no digerida, en México, D.F.,
en el planeta Tierra;
que estudió escritura abandonando así
los estudios de lengua y literatura;
a la cual le hace falta su tesis,
y le pido perdón ahora:
perdóname, no quise lastimarte, amor.

Poesía son las especies que le
pongo a la comida y que cuando están en tu boca
se vuelven laberinto de estrellas fugaces;
o es la vaca que fue a la cocina
y que se comió el queso a hurtadillas
y que al comerlo hizo ¡múuu! a solas también.

Y sé que prefieres ser la vaca que Magga,
pero yo, en un rezongo, no lo permito.

Poesía también son las estaciones del
sentimiento en frecuencia musical.

La fe es en lo que habría que creer
e ir como si se tuvieran murallas
alrededor de uno,
impenetrables si se quiere.

El amor es mentira, odio, pasión
movimiento,
ternura, cambio, saltar, volar, girar,
agitar, desatornillar los ejes de la noción,
electrizarse, cargarse, llenarse,
salvarse y permanecer con la ganas,
recuerdos, el deseo y las caricias.

La pasión es protuberancia
sin tener necesariamente fe,
es hacer las cosas porque se quieren,
porque se aman; es llegar
a un lugar para participar
con plenitud, es desvanecerse al cruzar
la carretera a la velocidad de la ansiedad
y de la inquietud.

lunes, 25 de enero de 2010

De colores encendidos el mar

Me importan un pito las conciencias del deber,

abrocharme las agujetas de la prisa no me va,

empatar la testosterona con la cotidianidad ritualizada,

es el orgullo de los ausentes de espíritu,

de los que buscan la medicina inmediata a sus males.



”Amante de manos suaves
y de brazos firmes,
graba a besos
tu nombre en mi cuerpo.

A fuerza de caricias
penetra en la profundidad
de mis horas.

No pidas, ni exijas
ni arrebates.
Toma lo que desde tiempo
inmemorial te pertenece.”

Este es el feeling del néctar del mar,
el tálamo húmedo del pez que recibió las caricias de los más plenos deseos.

Y ahora el marino habitante va en busca de darle espacio
al pájaro que cantó esos versos, y que ha gritado durante tanto tiempo.

Agradecido, el pez reza por él
y no teme al futuro,
confiar plenamente en el vuelo
es su máxima.

Cuando el pez
un día tropezó, el ave
simplemente escapó,
escogió mucho aire
y, en la criatura más hermosa
que existe,
aire es vida.

Aquél de escamas abiertas
quiere darle espacio en su tierra,
dar saltos sobre la superficie marina
y superar las branquias
a condición de anfibio
para viajar con él,
sentirlo un poco más cerca,
y más aire darle.

Y esperar a ver si vuelve
pues lo ama tanto que sueña
su ternura, calidez, sabiduría,
espíritu de colores encendidos
de ave.

La cual si encuentra a la bella flor
la embellece con su canto
y así conforma obra maestra.

Si ve que la tormenta
sacude las ramas de suyo prósperas,
se relaja y oye escurrir, preludiar
un movimiento de lluvia más intenso.

Pero el pez inadvertido, relacionado
con el aire ya y sus habitantes
espera que esté bien el ave
y se dice:

“Al tono del alba,
como el vino,
en seco,
sin torneos de rescate
de vidas ajenas
sólo bailo
como emboscado trapecista
en la brisa que cae.

Brindo al trampolín de la belleza
en mensajes aún no descubiertos,
incrustada, y en telepatías
que continúo para descifrar
la pasión.

Muchas veces llego en caída
a sus tierras;
a veces confuso, otras divertido
por mi osadía de primerizo
en meterle leña a la hoguera.

Hay un caldero sin partitura
de por medio.
Sólo la alabanza de lo maldito
no se arrepiente en la embestida
de un tren casadero”.

Black door with red

Black door with red
Georgia O´Keeffe, 1954, 48x84 pulgadas, óleo sobre tela. (Fachada de mi contradictoria morada.)