lunes, 25 de enero de 2010

De colores encendidos el mar

Me importan un pito las conciencias del deber,

abrocharme las agujetas de la prisa no me va,

empatar la testosterona con la cotidianidad ritualizada,

es el orgullo de los ausentes de espíritu,

de los que buscan la medicina inmediata a sus males.



”Amante de manos suaves
y de brazos firmes,
graba a besos
tu nombre en mi cuerpo.

A fuerza de caricias
penetra en la profundidad
de mis horas.

No pidas, ni exijas
ni arrebates.
Toma lo que desde tiempo
inmemorial te pertenece.”

Este es el feeling del néctar del mar,
el tálamo húmedo del pez que recibió las caricias de los más plenos deseos.

Y ahora el marino habitante va en busca de darle espacio
al pájaro que cantó esos versos, y que ha gritado durante tanto tiempo.

Agradecido, el pez reza por él
y no teme al futuro,
confiar plenamente en el vuelo
es su máxima.

Cuando el pez
un día tropezó, el ave
simplemente escapó,
escogió mucho aire
y, en la criatura más hermosa
que existe,
aire es vida.

Aquél de escamas abiertas
quiere darle espacio en su tierra,
dar saltos sobre la superficie marina
y superar las branquias
a condición de anfibio
para viajar con él,
sentirlo un poco más cerca,
y más aire darle.

Y esperar a ver si vuelve
pues lo ama tanto que sueña
su ternura, calidez, sabiduría,
espíritu de colores encendidos
de ave.

La cual si encuentra a la bella flor
la embellece con su canto
y así conforma obra maestra.

Si ve que la tormenta
sacude las ramas de suyo prósperas,
se relaja y oye escurrir, preludiar
un movimiento de lluvia más intenso.

Pero el pez inadvertido, relacionado
con el aire ya y sus habitantes
espera que esté bien el ave
y se dice:

“Al tono del alba,
como el vino,
en seco,
sin torneos de rescate
de vidas ajenas
sólo bailo
como emboscado trapecista
en la brisa que cae.

Brindo al trampolín de la belleza
en mensajes aún no descubiertos,
incrustada, y en telepatías
que continúo para descifrar
la pasión.

Muchas veces llego en caída
a sus tierras;
a veces confuso, otras divertido
por mi osadía de primerizo
en meterle leña a la hoguera.

Hay un caldero sin partitura
de por medio.
Sólo la alabanza de lo maldito
no se arrepiente en la embestida
de un tren casadero”.

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Black door with red

Black door with red
Georgia O´Keeffe, 1954, 48x84 pulgadas, óleo sobre tela. (Fachada de mi contradictoria morada.)